Reseña del album de Shellac “To All Trains” por John Robb

Foto: Ralph Schaarschmidt

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Por supuesto, la muerte de Steve Albini a la edad de 61 años en mayo eclipsa este álbum e incorpora un elemento de cierre definitivo que no estaba prevista para este disco. Como siempre, Shellac era un trabajo en progreso, una instantánea de un proyecto ocasional conformado por uno de esos triángulos perfectos del rock – un trío de perfección que llevaba a una conclusión lógica las construcciones abiertas del post-punk donde cada parte ejecutaba un rol estelar. “To All Trains” fue otra mirada al mundo cohesivo de la banda y otra celebración de su genio minimalista a lo largo de 10 canciones y 28 minutos.

Daba la impresión de que Shellac fuera de alguna manera una entidad eterna y que existiera en su propio continuo de tiempo, algo que lamentablemente se cortó. ‘To All Trains’ puede ser su primer álbum en 10 años, pero reanuda el trabajo creativo donde lo dejaron hace una década. Las modas y los caprichos van y vienen y, sin embargo, ahí estaban como un trozo de granito para recordarnos las posibilidades de la “cultura alternativa”.

Como todas las grandes bandas, Shellac exploró las capacidades sonoras de cada miembro con su relación musical ad hoc, algo que se activa y desactiva cuando cada integrante encontraba tiempo en sus propias vidas para crear.

En una época en la que la música alternativa se ha mercantilizado como una opción de estilo de vida, una lista de reproducción amistosa para la radio aprobada por DJ sonrientes (o como el propio Albini canta en un momento del álbum, “¡Ya me harté de la música de los tipos!”) , o una camiseta levemente desteñida, Shellac de alguna manera permaneció más allá del horizonte. Una marca de las posibilidades que encierra hacer música en tus propios términos. “To All Trains” es, por supuesto, tan incómodo y convincentemente brillante como cualquiera de sus discos. Una misiva cargada de posibilidades desde el underground oscuro y la apasionante imaginación de sus intérpretes.

Foto: Ralph Schaarschmidt

La belleza de Shellac reside en su interpretación intuitiva, creando una música de tal dramatismo, tensión y complejidad que de alguna manera tiene un sentido lógico. Todos esos años que luchamos en las guerras donde declaramos la “Muerte al Rock Tradicional” fueron borrados del planeta cuando Shellac llevó esos intentos primitivos a la perfección sonora. Es como si todos los métodos de grabación de Steve Albini hubieran sido creados para registrar su propia maldita banda: el uso del espacio, el ambiente de la sala aquí se toca tanto como cualquiera de los instrumentos y nunca una guitarra, bajo o batería ha sonado mejor. El mito sobre Albini, entre muchos, era que era un mercader de ruido, pero la verdad es todo lo opuesto. Hay tanta claridad en sus grabaciones, tanto espacio en el audio, cada instrumento está bellamente considerado y reside en su propio espacio, glorioso en su perfección sónica.

A pesar de su consistente falta de interés por cualquier convención sofocante del rock, Shellac roquea bastante duro e incluso hace guiños a sus pasiones adolescentes por los ritmos de Bonzo de Led Zeppelin y el arsenal de riffs desérticos de ZZ Top. No obstante, de alguna manera se las ingeniaron para hacer una música que va más allá de cualquier reflejo pálido y que al mismo tiempo es innatamente pegajosa y juega con el ritmo perfecto.

Todd Trainer es un baterista extraordinario y de alguna manera se balancea mientras deconstruye la bestia del ritmo. Algunos de sus redobles son impresionantes a medida que colapsan a lo largo de la canción, pero siempre encuentran el momento perfecto para volver a impulsar el ritmo nuevamente.

Cuando escuchas el momento en  que Todd vuelve a engancharse, puedes visualizar todas las cabezas en un concierto de Shellac asintiendo en conjunto.

También es un baterista melódico que recorre su equipo al inicio de la canción, toma un descanso y vuelve a meterse a la máquina. El bajo resonante de Bob Weston es el otro componente clave que permite que los redobles mantengan su propio ritmo con un sonido perfecto que es una alquimia de la ciencia del bajo, para obtener el sonido chirriante perfecto que a veces lidera la canción y en otros momentos adopta un rol igual en la mezcla a las formas irregulares de la guitarra de Albini. Esta es una guitarra inquieta que muta desde atmósferas vibrantes a metralla furiosa, pero sólo cuando es necesario.

¡Maldita sea, incluso es pegajoso!

Foto: Ralph Schaarschmidt

Nadie en Shellac exagera, cada nota se valora y gracias a eso, nunca se permite la exageración que arruina la mayor parte de la música rock.

El experimentalismo inquieto resultante y los paisajes irregulares son perfectos para la temática torcida que aborda la pieza de cierre del álbum,” I Don’t Fear Hell”, que irónicamente ve a Steve Albini lidiando con la muerte con un humor típicamente negro. que ahora tiene una resonancia trágica añadida con líneas oscuramente divertidas como “Y cuando esto termine, saltaré a mi tumba como si fuera los brazos de un amante. Si hay un cielo, espero que se diviertan, porque si hay un infierno, ¡los conoceré a todos!”. O en la frase aún más concisa: “No temo al infierno, su equipo de béisbol está invicto”. Ja ja, eso suena divertido. La canción tiene ese tipo de dinámica marcada por la tensión y liberación presente en las piezas finales de álbumes clásicos de Shellac como “The End Of Radio” que sustenta la perfecta sincronicidad sonora del trío.

Con su experiencia periodística y una imaginación lírica brillantemente retorcida, Albini siempre fue excelente con observaciones irónicas que representan instantáneas de la cultura estadounidense como en “Scabby The Rat”, que suena como una mezcla sísmica de neo-disco enfrascada en una pelea de kung fu contra “Lucifer Sam” de Pink Floyd mientras el vocalista canta sobre el enorme roedor inflable, símbolo de la resistencia sindical en Chicago. De alguna manera deja claro su punto de vista con una combinación de humor seco y observación aguda. El ritmo aplastante cercano a The Fall de “How I Wrote How I Wrote Elastic Man (cock & bull)” casi tiene una melodía suave mientras Albini, tal vez, hace un guiño a otro ícono incómodo del underground, Mark E Smith.

Nuevamente estamos en presencia de otra brillante misiva de un trío cuyo recorrido musical fue un viaje extraordinario a su propio club privado de bromas, observaciones e ideas musicales fuera de lugar. “To The Trains” captura esos momentos inusuales en los que su química cinética y magia oscura fueron capturadas perfectamente por la magia del estudio de Albini. Nunca fue pensado como una pieza final o un indicador de un futuro, sino como una instantánea de una combinación musical genial y sonidos tan emocionantes y frescos como cualquier cosa que hicieron previamente.

Foto: Ralph Schaarschmidt

Pueden encontrar la versión original de la reseña en este link